Un grupo de personas cerca de un río. Al sumergirse en el agua y ahogarse pierden colectivamente la memoria y se despiertan en la otra orilla. Desorientados, de la multitud surge un hombre que actúa de guía.

Entonces da comienzo un viaje hacia la esencia del ser humano, una revisión de su naturaleza. Así, la búsqueda de respuestas a la existencia del Yo le llevará a fijar la mirada en su interior.

Una travesía hacia la luz, hacia una orilla improbable...

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“Es necesario un nuevo pensamiento que consista en la recuperación de un humanismo universal que hemos perdido, en la vuelta a unos derechos humanos que hoy suenan a palabras huecas porque no cuentan en realidad. Desde el siglo XX, lo que nos ha dominado y ha marcado nuestra forma de pensar ha sido la ley del mercado, los intereses políticos, etcétera. Los artistas deberían pararse a pensar cómo retomar aquella independencia. Los artistas tienen que volver a inspirarse en el propio individuo. Solo así se creará una nueva cultura libre de los intereses que nos han estado manipulando. ¿En quién confiamos? ¿En los políticos, que solo miran por su propio interés? ¿En los banqueros, que solo miran por su bolsillo? ¿En los medios de comunicación, que no tienen ni tiempo para reflexionar? Los artistas no podemos responder a esa necesidad de inmediatez. ¡Fíjese, yo tardé siete años en escribir La montaña del alma! Hay que despertar la conciencia y la lucidez. Tenemos que constatar lo que está ocurriendo, la crisis permanente de los viejos valores, incluso asumiendo las dificultades de existir en el día a día. Eso es el existencialismo: no tenemos respuestas ni soluciones, lo único que se puede hacer es dejar testimonio de cómo es la condición humana en todas las vertientes de su naturaleza. Es como pintar un fresco del mundo. Y a eso hay que añadirle la reflexión del artista.”

Gao Xingjian