El Dragón de Oro

Dentro de las cuatro paredes de la cocina del restaurante de comida rápida Thai-China-Vietnam El Dragón de Oro, cinco asiáticos desbordados de trabajo.

Uno de ellos sufre un terrible dolor de muelas.

En el mismo momento y en el mismo edificio, también se cuecen las historias de quienes habitan en él. Las conexiones entre estos vecinos son oscuras. Son personas que disfrazan sus sentimientos, tienen miedo y encierran secretos terribles. Son historias descorazonadoras sobre el machismo, el abuso de poder, el desarraigo de la inmigración y una violencia implacable.

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“La obra trata acerca de los inmigrantes ilegales en Europa o en el mundo occidental, pero también trata de la incapacidad que tenemos los europeos occidentales de ponernos en la piel de otra persona. Quería saber, como interpretarían los actores alemanes a un personaje chino sin que resultase embarazoso, sin caer en los tópicos ni usar máscaras equivocadas. Esto conllevó a otra vuelta de tuerca, si los actores ya se han vuelto asiáticos por qué no cambiar los roles entre mujer y hombres y al revés y así intensificar aún más este mecanismo teatral. Este juego permite que sea el público quiénes completen el cuadro con su imaginación y fantasía... vemos europeos, pero pensamos en asiáticos, vemos a un joven, pero nos imaginamos a un hombre mayor. Esto nos ayuda a abrir la imaginación y adentrarnos en lugares que de otro modo pensaríamos que ya conocemos y que no nos hace falta abordar porque leemos los periódicos.”

Roland Schimmelpfennig

de Roland Schimmelpfennig

  • El abuelo, la cigarra y un asiático / Sorín Baltes

    El hombre con la camisa de rayas y un asiático con dolor de muelas / Samanta Brandez

    Un hombre joven, la segunda azafata de vuelo y un asiático / Guillermo Doménech

    La nieta, la hormiga, el comerciante de víveres y una asiática / Rocío Muriel

    La mujer del vestido rojo, la primera azafata vuelo y un asiático / Javier Butler

    Música interpretada por Toni Mora

    Der Goldene Drache de Roland Schimmelpfennig dirigido por Dyron Triay

  • Diseño de iluminación / José Barbado

    Diseño de espacio / Dyron Triay

    Cartelería / Juan Villabrille, Verónica Antonucci y Antonella Trovarelli

    Fotografía / Lebollet y Tadino

    Vídeo / Lebollet

    Diseño de vestuario / La Breve Pausa

    Música original de Óscar Trujillo y Toni Mora

    Una producción de Gothe Institut y La Breve Pausa

Absurda, irónica, dolorosa, piadosa, calurosa, templada e inteligente, El Dragón de Oro es una obra que, más que llegar a mis manos, cayó desde algún lugar delante de mí, como en la historia aquel diente sanguinolento cae en la sopa en aquella cocina, lista para ser servida. Azares de la vida. Cuando la leí por primera vez me invadió un deseo enorme de querer actuarla, y lo intenté. Cuando andaba por la escuela de teatro, junté a buenos amigos para emprender este viaje. También estaba la necesidad de encontrar a alguien que nos dirigiera. Por varias razones este deseo se vio truncado. Años más tarde, partiendo del momento vital en que me encontraba, decidí volver a intentarlo. Así comenzó la gestión de reservar los derechos del autor y juntar a cuatro apasionados actores me siguieran en esta descabellada idea. Sí, descabellada, porque por primera vez decidí sentirme director, con todo el vértigo y el respeto que aquello me supuso. Pensba que, si alguien se hubiera ocupado de dirigirnos, habría corrido el riesgo de que esta dejara de ser mi batalla. Años más tarde, ya con La Breve Pausa, volví a retomar el texto, a revisar el motaje y a reponer mi primera obra.

Mi única y gran pretensión es acercar esta obra con sus varias historias a todas aquellas personas que viven con ese loco afán de querer cambiar lo que debe ser cambiado en Occidente. Me cuesta creer que en la cocina del restaurante de comida rápida El Dragón de Oro apenas quepan cuatro cocineros asiáticos. Prefiero creer que caben todos los que se refugian de las guerras, los que no les dejaron entrar en Europa, los que perdieron familiares buscando un futuro mejor y un amanecer de otro color, las que fueron víctimas de algún hombre despiadado, las violentadas por extraños. También los buenos, los bondadosos, los empáticos, los que sufren el dolor ajeno y se matan en las plazas para que algún día, cuando todos despertemos, podamos mirarnos como iguales. ¡Ah! Y también mi madre, que tuvo la suerte de emigrar a este país hace muchos años en un avión. Sin embargo, otras madres tuvieron que hacerlo en un bote...

Dyron Triay

Madrid, enero de 2023